Oscar Romero

“Nadie se nos montará encima si no doblamos la espalda”
Martin Luther King

 

La historia comienza en El Salvador en 1977, cuando algunos ciudadanos se dirigen al poblado de Aguilares, en su trayecto, algunos militares les impiden el paso por una supuesta guerrilla en dicha ciudad. En esos instantes, llega el padre Oscar Romero, que junto con las personas que iban a votar, deciden irse al poblado caminando; mientras tanto, los militares comienzan a disparar a los camiones en donde la gente viajaba. Más tarde, el padre Oscar Romero se encuentra en su habitación cuando le informan que ha sido nombrado arzobispo; él no lo puede creer. En la misa ofrecida para dar nombramiento al nuevo arzobispo, Oscar Romero se encuentra con su amigo el Padre Grande, quien le regala unos zapatos, el nuevo arzobispo señala que ése había sido el mejor regalo y el que más necesitaba. Al finalizar la ceremonia, los feligreses acuden con el padre para felicitarlo por su nombramiento, entre ellos está el presidente electo y su esposa, por lo que ambos se felicitan mutuamente.

En las afueras de la iglesia se estaba ofreciendo la comunión cuando llegaron los militares y les ordenan a la gente que tenían cinco minutos para marcharse, de lo contrario, iban a disparar. Los militares abren fuego y comienzan a disparar a toda la gente que se encontraba en la plaza tomando misa. Mientras tanto, el monseñor Oscar Romero se encontraba en una cena muy elegante, con la gente más importante política y socialmente, en la que conoce a Ricardo Columa. Unos momentos después llega a dicha cena el Padre Grande y le informa de lo sucedido en la plaza, el monseñor no lo puede creer, así que asiste personalmente a la plaza para darse cuenta de la matanza de los militares. El Padre Grande le comenta al monseñor que continuará ayudando al pueblo de Aguilares hasta que se pueda.

El Padre Grande se encontraba manejando en la carretera cuando se encuentra con un grupo de personas que se dirigían hacia Aguilares, así que él decide llevarlos en su auto hacia dicha ciudad. Unos metros después, unos sujetos empiezan disparar al auto en el que viajaban y matan al Padre Grande, por fortuna, los niños que acompañaban al padre lograron escapar. Por otra parte, el monseñor está enfermo, al parecer tienen temperatura, cuando por teléfono le informan que el Padre Grande fue asesinado. Consternado, el arzobispo va a visitar el cadáver; además de la muerte del Padre Grande, las guerrillas también mataron a un anciano y a un niño. En esos difíciles momentos, el monseñor recuerda que el Padre Grande tenía su raíz y su base de inspiración en la fe; luego de un momento, monseñor decide que el próximo domingo no habrá misa en Aguilares ni en ninguna otra iglesia. Sólo en la catedral en honor al Padre Grande.

Después de la misa, una mujer busca al monseñor, ella le dice que su esposo Rafael Zelada fue secuestrado, y que él puede ayudarlo. El arzobispo pide ayuda del Padre Osuna y del Padre Villez, lamentablemente ellos no pueden o se niegan a ayudarlo. Entrada la noche, el monseñor se encuentra en una de las esquinas de la ciudad, cuando lo recogen los guerrilleros en una camioneta. El monseñor exige la liberación de Rafael Zelada; ellos le dicen que para dejar al secuestrado deben ser liberados todos los presos políticos que hay en las cárceles.

A la mañana siguiente, Oscar Romero va a buscar a su oficina al presidente electo para hablar de dicho asunto; desgraciadamente él no está disponible, por lo que le pide a su secretario que le entregue una nota, mientras, el monseñor lo esperará en su despacho hasta que llegue. Después de unas horas, el presidente electo manda una disculpa al monseñor ya que no podrá charlar con él, pero le envía la contestación de su nota, en la que dice que “No hay presos políticos”.

El monseñor Romero estaba charlando con la esposa del secuestrado, cuando llegan los padres de la mujer y se dan cuenta de que Rafael Zelada ha sido secuestrado, lo cual los llena de coraje. De inmediato, se inicia la búsqueda de Rafael Zelada en los basureros, en donde es encontrado muerto. El padre de la mujer le dice al monseñor que es culpable de lo sucedido.

Por la noche el monseñor recibe una llamada del padre Villez, en la que le dice que el padre Osuna ha sido llevado a un centro militar, así que deciden ir a rescatarlo de dicho centro. Cuando lo logran ver, el padre Osuna les dice que solo iba a oficiar misa, cuando llegaron los militares y se lo llevaron. Lo acusan de trabajar en la guerrilla y que es el principal responsable de la muerte de Rafael Zelada. El padre Osuna es torturado con electricidad. En seguida, Monseñor va con el presidente electo e interrumpe una charla que tenían ese momento, el arzobispo le informa de todo lo que ha sucedido desde la muerte del Padre Grande hasta ahora. El presidente electo dice que el Padre Grande era comunista e incitaba a la gente a una rebelión.

Monseñor decide que sí asistirá a la toma de poderes, aunque debería abstenerse. En una junta, uno de los padres le dice al monseñor que Roma no está contenta con su nombramiento. Tiempo después, en la ciudad hay un ataque de los militares hacia los pobladores, el monseñor quería impartir la eucaristía, pero el militar se lo impide, ese militar dispara a toda la iglesia destruyendo todo las imágenes que había. El arzobispo sale de la iglesia, lo piensa unos momentos y vuelve a entrar, lo sacan otra vez y el arzobispo se va en el coche; pocos momentos después, regresa el arzobispo y comienza a avanzar a la iglesia pero esta vez, con todo el pueblo por detrás; los militares no tienen otro remedio que dejarlos entrar, el monseñor recobra la posesión de la iglesia.

A la mañana siguiente, el padre Oscar Romero está confesando, cuando uno de los feligreses al que confesaba le dice que al principio no creía en el nuevo arzobispo, pero ahora se arrepiente. Todas las reacciones ocurridas hacen que el padre se manifieste ante lo medios, y en el radio expone sus ideales y cambios que deberían ocurrir para salir de este conflicto. El coronel va a visitar al arzobispo y le entrega una nota donde señala que “Ser patriota mata a un cura”. Después de esto, el monseñor escribe una carta al presidente de los Estados Unidos de América para que deje de enviar armas a El Salvador. Han matado a la mujer, como señal de que el arzobispo debe dejar de meterse en este conflicto.

El pueblo se ha refugiado en la iglesia y han tomado a un rehén, ellos llaman al monseñor para que los ayude, un militar charla con el arzobispo y acuerdan de que si el padre logra sacar al rehén sano y salvo, y todo el pueblo sale pacíficamente, no los arrestarán. De inmediato, el arzobispo entra a la iglesia, ellos les explican que quieren un nuevo gobierno, de pronto, llegan los helicópteros de la guardia nacional.

Todos son arrestados, el arzobispo le pide al general militar que cumpla con su trato, éste le dice que el trato no se pactó con él así que no había ningún trato; el monseñor también es arrestado. Al arzobispo, lo sacarán dentro de unos momentos, pero les pide que también liberen al padre Osuna y a todos los demás. Cuando lo liberan, el monseñor está convencido de que deben defenderse, pero no atacar. El padre está desesperado, y es llevado con los militares, quienes le ordenan que se desvista para humillarlo con la excusa de que podría tener armas, pero enseguida es defendido por el pueblo para evitar que continúen humillándolo. El arzobispo comienza a dar misa en es lugar.

Los militares quieren vivir como en los Estados Unidos de América, además, señalan que los curas trabajan en la guerrilla. Por otro lado, en su discurso en la radio, el monseñor les dice a los militares que cada uno de los campesinos que asesinaron, es cada uno de ellos (Los militares), y por último les ruega, les ordena que detengan la represión que tantas vidas a quitado.

Al poco tiempo, cuando el arzobispo Oscar Romero estaba celebrando la misa con las monjas, un militar llega y lo asesina. El padre Oscar Romero murió el 24 de marzo de 1980, en la película señalan que todo lo que había dicho era verdad, y recuerdan una frase que el Padre Oscar Romero había dicho durante este conflicto: “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”.

Deja un comentario