LEYES DE NEWTON.

PRIMERA LEY: Ley de la inercia.

Todo objeto masivo trata de conservar su estado de reposo o movimiento rectilíneo a menos que haya una fuerza que se lo impidan. Los proyectiles permanecen en su movimiento, excepto cuando son retardados por la resistencia del aire o por la fuerza de la gravedad que lo atrae hacia abajo. Un trompo cuyas partes coherentes son perfectamente desviadas por el movimiento rectilíneo, no cesa de gira sino en cuanto es retardado por el aire.

Sin embargo los cuerpos mayores de los planetas y cometas conservan por más tiempo sus movimientos progresivos y circulares que se efectúan en espacios menos resistentes.

SEGUNDA LEY

El cambio de movimiento sufrido por un cuerpo es directamente proporcional a la fuerza que se le aplica e inversamente proporcional a la y se efectúa según la línea recta en dirección de la cual se imprime dicha fuerza si alguna fuerza imprime un movimiento cualquier, la fuerza de doble triple etc. generará doble o triple movimiento.

TERCERA LEY

A toda fuerza o acción les corresponde otra fuerza de acción de la misma intensidad pero en sentido opuesto. La fuerza de atracción entre dos cuerpos está en razón directa de la masa de las mismas y en razón inversa de el cuadrado de la distancia entre ambos. Todo cuerpo que oprime o atraer hacia sí a otro, es, a su vez, oprimido o atraído.

La Paradoja del Caballo y la Carreta

Es un gran clásico de la física newtoniana: Había una vez un caballo que era tan inteligente como flojo. Este caballo encontró un librito llamado Principia Mathematica escrito por un tal Isaac Newton, en el que se hablaba de tres leyes que gobernaban el movimiento no tan sólo en este mundo, sino en el universo entero. Una mañana en la que su dueño, un campesino que ignoraba estas leyes, enganchó una carreta al caballo para ir al mercado, el caballo quiso aprovecharse de su ignorancia y le dijo: ‘amo, es inútil que tire del carro porque de acuerdo con la tercera ley de Newton a toda acción corresponde una reacción de la misma magnitud pero de sentido contrario. Por consiguiente, si tiro de la carreta, la carreta tirará de mí con igual fuerza y no avanzaremos’. El campesino era ignorante pero no estúpido y, tras reflexionar un rato sobre tan paradójica situación, puesto que su vida entera había visto cómo las carretas tiradas por cuadrúpedos siempre avanzaban, respondió al jamelgo: ‘no me importa la fuerza que la carreta ejerza sobre ti, lo que me interesa es la fuerza que tú ejerces sobre la carreta. Conque ¡arre, que se nos hace tarde!’ Ante tamaño despliegue de inteligencia al caballo no le quedó más que exclamar: ‘epur si muove‘ (‘pero se mueve’, por lo visto también había leído a Galileo) y hacer su trabajo.

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