La Invasión Española
Carlos IV, viéndose privado por el motín de Aranjuez del hombre a quien desde el comienzo de su reinado había entregado su confianza, abdicó a favor de su hijo, el príncipe de Asturias, el 19 de marzo de 1808. La noticia sorprendió tanto a Napoleón como a su cuñado, el general Murat, que mandaba las fuerzas francesas en la Península Ibérica. Los deseos de Murat se hicieron realidad porque Carlos IV anuló su abdicación, lo que supuso de hecho la apertura de un pleito sucesorio entre padre e hijo que fundamentó el arbitraje y la futura intervención de Napoleón Bonaparte.
El Emperador de los franceses envió a Madrid al general Savary con una doble finalidad: por un lado, debía valerse de todos los medios posibles para lograr que Fernando VII acudiera a Bayona a entrevistarse con el propio Napoleón y, por otro, tenía que mostrar a Murat sus planes de sustitución de los Borbones por los Bonaparte. Savary cumplió tan perfectamente el encargo que el 20 de abril el joven Fernando, que contaba a la sazón veinticuatro años, cruzaba el Bidasoa y entraba en territorio francés dejando tras de sí un país gobernado en Madrid por una Junta Suprema de Gobierno presidida por su tío, el infante don Antonio e integrada por los cinco ministros que constituían su primer y efímero gobierno. La Junta fue el poder reconocido por todos hasta el dos de mayo, cuando un pequeño número de personas reunidas ante el Palacio Real impidió la salida hacia Francia del infante don Francisco de Paula y atacó a las tropas francesas desarrollándose una feroz lucha. El dos de mayo significó en Madrid el divorcio entre la autoridad oficial, amilanada ante Murat, y el pueblo, que con certero instinto se negó a obedecer a unas instituciones que a todas luces comenzaban por someterse a los dictados de Napoleón.
La resistencia del monarca español a renunciar al trono obligó a Napoleón a cambiar de táctica: lograr el favor de los Reyes padres que a finales de mes también se encontraban en Bayona junto con Godoy. Napoleón amenaza de muerte al príncipe; la cuál surtió efecto porque todos estaban convencidos de que Napoleón era capaz de llevarla a cabo; a la mañana siguiente Fernando VII renunció a la corona en favor de Carlos IV, sin saber que el día anterior el rey padre había cedido a Napoleón la corona de España. Los Borbones, por el desmoralizado Carlos IV, por la inexperiencia de Fernando VII y, sobre todo, por la omnipotencia de Napoleón, habían dejado jurídicamente de ser reyes de España.
Fuente:
Los reyes de España: Dieciocho retratos históricos desde los Reyes Católicos hasta la actualidad
Carlos Collado Seidel